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      El rol silencioso (pero fundamental) de las refugiadas en Latinoamérica

      Por María José Marcogliese, profesora de la maestría en "Política y gestión de las migraciones internacionales", Universidad Nacional de Tres de Febrero.

      Hacia fines de 2016 había en el mundo 65.6 millones de personas desplazadas forzosamente, por los conflictos, las persecuciones y las violaciones de sus derechos humanos. Se trata de la cifra más alta de la historia. Este número abarca personas refugiadas y solicitantes de asilo, así como también apátridas y desplazadas internas.

      Si bien en situaciones de conflicto, la violencia afecta a todas las personas, las mujeres y las niñas corren mayores riesgos como producto de la falta de protección por parte de las autoridades: violencia sexual, violencia doméstica, explotación sexual, matrimonios forzados, entre otros. Se estima que las mujeres y las niñas representan, al menos, la mitad de la población desplazada en el mundo. La discriminación y la violencia hacia ellas es causa del desplazamiento y, al mismo tiempo, una de sus consecuencias.

      En América Latina, las principales crisis de protección ocurridas en la última década en la región han afectado a decenas de miles.

      Un estudio reciente conducido por ACNUR (ACNUR, 2015, Mujeres en fuga) da cuenta de la dramática huida de miles de mujeres de la violencia ejercida por las maras y otros grupos delictivos organizados transnacionales en El Salvador, Honduras, Guatemala y México.

      Las mujeres refugiadas aportan esfuerzo y trabajo a la sociedad que las acoge, brindan sus conocimientos y capacidades a la comunidad, participan de su mercado laboral y de sus instituciones educativas, culturales y sociales

      Sus relatos están plagados de violaciones, agresiones sexuales, extorsiones y amenazas, así como de la desaparición, el secuestro o el asesinato de sus familias. En ocasiones, la huida suele ser más peligrosa aún que la permanencia en sus países de origen: las mujeres y niñas son particularmente vulnerables frente a los abusos de los traficantes, las redes de trata de personas y la violencia de los grupos armados.

      En Colombia, las mujeres representan la mitad entre los casi siete millones de desplazados internos registrados por las autoridades. Durante el conflicto armado, la violencia contra ellas afectó a mujeres de todas las edades.

      Amenazas, asesinatos, torturas, desapariciones forzadas, trata de personas, violaciones y otras formas de abuso sexual estaban a la orden del día. Datos oficiales indican que más de 400.000 mujeres han sido asesinadas en el marco del conflicto armado y más de 3 millones de mujeres se vieron obligadas a desplazarse internamente. A fines de 2016, las mujeres representaban la mitad de los 311.000 refugiados colombianos en otros países.

      Pero la región no sólo genera violencia y desplazamiento forzado. La región es también solidaria y acogedora para con refugiados, hombres y mujeres, de la región misma y de otras latitudes. Basta con ver los programas humanitarios, de reasentamiento y de recepción que muchos países de América del Sur han implementado, en el marco de la solidaridad y la responsabilidad compartida, para con las víctimas del conflicto sirio; o la acogida y recepción que en la actualidad los países están organizando para quienes abandonan Venezuela, ya sea para brindarles alojamiento de emergencia y alimentación como para facilitarles el acceso a la regularidad migratoria.

      Ya sea durante la huida como durante su establecimiento en el país de acogida, las mujeres cumplen un rol fundamental en la supervivencia, el bienestar y el cuidado de sus familias y en la reconstrucción de sus vidas.

      El desplazamiento suele convertirse en un disparador para sacar a la luz todo su valor y capacidad de resiliencia. Las mujeres refugiadas aportan esfuerzo y trabajo a la sociedad que las acoge, brindan sus conocimientos y capacidades a la comunidad, participan de su mercado laboral y de sus instituciones educativas, culturales y sociales.

      Cumplen también un rol más silencioso pero fundamental: su experiencia las motiva a una búsqueda continua por alcanzar la paz. En América Latina, las mujeres refugiadas tienen un papel vital en la difusión y sensibilización respecto a las causas y consecuencias de los conflictos, así como en los procesos de diálogo dirigidos a reducir la violencia y construir la paz.

      A ellas, nuestro reconocimiento y solidaridad.


      Sobre la firma

      María José Marcogliese

      Profesora de la maestría en "Política y gestión de las migraciones internacionales", Universidad Nacional de Tres de Febrero.

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