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      El potrero de Lomas de Zamora que saca a chicos y chicas de la calle y quiere llegar a Messi

      El Club 17 de Noviembre no tiene luz ni agua. Pero con el trabajo a pulmón de profes y vecinos, practican más de 120 jugadores y jugadoras.

      El potrero de Lomas de Zamora que saca a chicos y chicas de la calle y quiere llegar a MessiEl Club 17 de Noviembre, un potrero que busca rescatar a los chicos de la calle.
      Redacción Clarín

      En Lomas de Zamora todavía sobrevive el potrero: la fuerza de un enfermero junto a un grupo de seis personas y sus vecinos mantiene a pulmón una escuelita de fútbol que saca de las calles a los más chicos.

      A pocas cuadras del Puente La Noria se esconden los sueños. La cancha es chica, siete, a lo sumo ocho, jugadores por lado. Por la tarde, pelotean varias jugadoras que son muy buenas: ahora, una juega en River y para el seleccionado juvenil. Hay varios también, y muy buenos. Más de 120 en total.

      Todos los días, menos los de lluvia, el Club 17 de Noviembre recibe pibes y pibas de entre cuatro y 15 años que quieren jugar al fútbol. “Soñamos que salga algún jugador de acá, pero sobre todo soñamos con que sean grandes personas, que tengan estudios y que no se pierdan en las drogas”, cuentan el "profe" Lucas Herrera y el enfermero Ernesto Molina, los referentes del lugar.

      Pero los sueños no se construyen solos. La filosofía los invita a una reflexión: “Nosotros somos humildes, pobres no somos: los pobres son los que no tienen sueños”. Con esa idea, hace cinco años un grupo de vecinos del barrio proyectó en esa parcela de tierra una opción para los más chicos. Sin embargo, las adversidades pueden quebrar los esfuerzos.

      El Club 17 de Noviembre no tiene agua y no tiene luz. “Ni siquiera tenemos un banco para que se sienten los chicos. Carecemos de casi todo. Solo tenemos un baño con un inodoro”, cuentan Lucas y Ernesto. Y agregan: “En invierno, entrenamos solo media hora porque después se hace de noche. Pero sí tenemos ganas de triunfar. Nosotros soñamos, tenemos muchos sueños”.

      Ernesto es el único profesor de fútbol de la escuelita de fútbol que tiene un trabajo formal. Sus colegas, Julio y Lucas, y las cuatro delegadas, Sabrina, Sole, Mariela y Pitu, apenas pueden mantenerse. “Yo soy enfermero neonatal pediátrico. Además, estoy estudiando para recibirme de paramédico: me faltan seis meses”, revela.

      El contexto social del potrero ubicado en Villa Tongui, Lomas de Zamora, es delicado, similar al de muchos barrios de la provincia de Buenos Aires. En el Gran Buenos Aires, el 72,7% de los menores de 14 años viven en la pobreza, según los datos del INDEC del último trimestre de 2020. A nivel nacional, la cifra de pobreza de los niños entre 0 y 14 años fue del 54,3% en el primer semestre de 2021.

      “Siempre nos duele ver a nuestros chicos trabajando, juntando cartón”, relata Ernesto, y continúa, “ayer tuvimos un golpe muy duro. Dos chicos, dos hermanos, uno de 12 y otro de 14, vinieron al club. Les dije: ‘Chicos, ¿entrenamos?’. Y uno me respondió: ‘No profe, estoy mareado’. Le pregunté si había comido algo que le había hecho mal y su respuesta fue que desde el día anterior no comía”. Por esa razón, la mayoría de los pibes que juegan en el club están escolarizados: van a comer.

      Con respecto al funcionamiento del Club 17 de Noviembre, en el último tiempo perdieron hasta la posibilidad de competir. El equipo competía dentro de una liga, pero los problemas económicos los dejaron afuera de la participación. “Los padres de los chicos no tienen para pagar una entrada, o por estar trabajando no los pueden acompañar”, explican Lucas y Ernesto. Además, nunca tuvieron la indumentaria adecuada para poder jugar al fútbol. “Nos echaron por ser pobres. Jugábamos con pecheras y con pelotas donadas”, cuentan.

      Pero para el equipo de vecinos, el esfuerzo vale todo. Según ellos, en el club hay “cracks”. Y los hechos lo demuestran: Johana Benítez es jugadora de River. La joven se formó futbolísticamente en Club 17 de Noviembre y ya fue convocada para jugar con la Selección Argentina Sub-18 de Futsal en varias oportunidades.

      Personalmente es una de las historias que más inspira a quienes día a día ponen algo más que el cuerpo en el potrero. “Es el placer de saber que una llegó”, admiten los profesores. Emocionado, el enfermero Ernesto agrega: “Cuando la vi le dije que iba a llegar lejos. Una vez, fuimos a jugar un mundialito a Lanús: la vieron jugar y se peleaban por ella. Finalmente se la llevó River. Después creció y nunca dejó de estar en nuestro club. Un tiempo después, se fue a jugar a España el mundial de fútbol cuando tenía 12 años. De ese viaje me trajo de regalo un banderín que cambió con España en la final. Es un tesoro que guardo”.

      El sueño de Ernesto, de los profesores y el de las delegadas es conseguir un futuro mejor para los chicos y el deporte es un camino. “Nosotros queremos que sepan que hay unos chicos que necesitan ayuda”, coinciden. Y Ernesto sostiene: “Me propuse alcanzar a la Fundación Messi. Y sé que voy a lograrlo. Todos los que nos despreciaron, nos humillaron, nos van a ver llegar. Mi anhelo es tener una buena cancha para los chicos: luz y agua”. Tal vez, esa sea la manera, hace tiempo perdieron la fe en la ayuda del Estado.

      Dante González. Maestría Clarín - Universidad de San Andrés

      AS


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