Noticias hoy
    En vivo

      La historia de la mujer que alcanzó la inmortalidad

      • En 1951, Henrietta Lacks murió en los EE.UU., víctima de un tumor.
      • Sus células fueron cultivadas y aún hoy están vivas. Son clave en investigaciones sobre polio y cáncer.

      La historia de la mujer que alcanzó la inmortalidadHenrietta Lacks, la mujer de las células inmortales. Foto: Archivo Clarín.

      Una tarde de 1953, el periodista Roland H. Berg del Minneapolis Star estaba escribiendo un artículo sobre “HeLa”, una línea celular derivada de tejido canceroso de una mujer.

      Eran las únicas células inmortales cultivadas en laboratorio y habían sido fundamentales como objeto de numerosas investigaciones médicas sobre vacunas y habían mejorado el tratamiento de algunas enfermedades graves como la polio y el cáncer.

      Como un detective tras la pista de un crimen, Berg se dedicaba a desentrañar el nombre de la persona a la que se le habían extraído las células. Estaba convencido que en su vida y su genética residía el verdadero secreto del milagro de la inmortalidad.

      Durante semanas, Berg fue reconstruyendo en sus estudios que durante un procedimiento médico rutinario, en 1951 el cirujano Lawrence Wharton Jr. había extraído una muestra de tejido de una paciente sin saber que este pequeño acto cambiaría para siempre la historia de la ciencia.

      En hoja aparte escribió el nombre y apellido y agregó: “Biopsia de tejido cervicouterino… Tejido entregado al doctor George Gey”.

      Gey y su esposa Margaret tenían un laboratorio donde buscaban respuestas en el cultivo de células cancerosas fuera del cuerpo. Una joven empleada del laboratorio, Mary Kubicek, fue la encargada de preparar y etiquetar las muestras: en grandes letras negras en un lateral de cada tubo anotó “HeLa”, según el nombre y apellido de la paciente.

      Un cartel recuerda a Henrietta Lacks en Virginia, Estados Unidos. Foto: Archivo Clarín.Un cartel recuerda a Henrietta Lacks en Virginia, Estados Unidos. Foto: Archivo Clarín.

      Enseguida, las llevó a la sala de incubación, las colocó en un dispositivo de cultivo y observó con asombro cómo las células comenzaban a crecer de manera rápida y descontrolada. Estas células demostraron ser extraordinarias: se duplicaban a una velocidad increíble y eran inmortales, superando en crecimiento a las células normales.

      Alguien de ese entramado científico reveló el nombre de la paciente y el 2 de noviembre de 1953, en el Minneapolis Star Berg publica ese artículo en el que se atribuían las células a “una mujer de Baltimore llamada Henrietta Lakes”.

      El apellido tenía un error, que con el camino abierto por Berg, otros periodistas lo corrigieron y se encargaron de construir la historia de esa mujer que con sus células salvó la vida de millones de personas.

      En una pequeña cabaña cercana a una estación de ferrocarril en Roanoke (Virginia, EE.UU.), nació Henrietta Lacks un 1º de agosto de 1920. Sus días comenzaron en medio de la cotidianidad de una familia afroamericana en la América segregada del siglo XX.

      En un hogar lleno de hermanos, queda huérfana de madre, quien había fallecido en el parto de su décimo hijo, cuando Henrietta tenía apenas cuatro años. Su padre, Johnny Pleasant, un hombre robusto y rengo, que caminaba con un bastón, se hizo cargo de la crianza de los niños, pero pronto los llevó de regreso a Clover (Virginia), donde la familia se dividió para cuidar de los pequeños.

      Henrietta fue a vivir con su abuelo materno, Tommy Lacks, en una vivienda en que tiempo atrás habitaron sus antepasados esclavos en la plantación de tabaco.

      En esta nueva etapa de su vida, Henrietta compartió casa con otro de los nietos de su abuelo, Day Lacks, quien se convertiría en su compañero de vida. La fábula familiar dice que era un primo cinco años más grande, pero en los registros civiles figura como el decimoquinto hijo del abuelo, es decir que en realidad era su tío por vía materna. Pero esta historia se repite en el pasado de la familia.

      La endogamia de los Lacks y los Pleasants se confirma en la duplicación de los apellidos de una rama y de la otra del árbol genealógico. Berg, durante la investigación, creyó que este cruce coincidente de genética duplicaba la información que porta el ADN de las células.

      Lo cierto es que el “primo” Day creció en la misma habitación que Henrietta y, a medida que pasaban los años, su relación pasó de primos bajo un mismo techo a unión matrimonial.

      La vida en el pequeño pueblo de Clover se resumía en la rutina de los campos de tabaco y los juegos infantiles que daban paso a la adolescencia y las carreras de caballos por caminos polvorientos. Sin embargo, el destino de Henrietta daría un giro inesperado.

      Henrietta dio a luz a su primer hijo, Lawrence, apenas unos meses después de cumplir los catorce. Cuatro años más tarde, dio a luz a su hija Lucile Elsie.

      Ambos niños nacieron por parto natural sobre el suelo de la casa, que era una usanza ancestral de la familia. En el pueblo se rumoreaba que los hijos de Henrietta eran de Crazy Joe, un hombre enamorado de ella.

      Cuando se enteró de la relación de los primos, el muchacho se clavó una vieja navaja en el pecho, pero se salvó de morir desangrado gracias a la intervención rápida de su padre.

      Además de Crazy Joe, hubo otros interesados en impedir la unión, como era el caso de Gladys, la hermana de Henrietta, que tenía para ella aspiraciones de un futuro mejor. A pesar de las dificultades, el 10 de abril de 1941 los “primos” -según los registros, sobrina y tío- se casaron en una ceremonia sencilla en la casa del predicador.

      Con veinte años ella y veinticinco él, no disfrutaron de la esperable luna de miel porque carecían de recursos y no podían descuidar su trabajo.

      E l mundo estaba en guerra y, con la llegada del invierno, las compañías tabacaleras regalaban cigarrillos a los soldados, lo que acrecentaba la demanda y ofrecía cierta estabilidad económica en tiempos que eran difíciles.

      En diciembre de 1941, el bombardeo de Pearl Harbor hizo aumentar la producción de acero y la necesidad de obreros en Turner Station, una pequeña comunidad de trabajadores negros ubicada a unos treinta y dos kilómetros del centro de Baltimore. Sparrows Point se convirtió en la fábrica de acero más grande del mundo, empleando a miles de hombres.

      Muchas familias negras se trasladaron allí. La labor era dura, especialmente para los negros, a quienes les encomendaban los trabajos de mayor riesgo. Pese a que ganaban menos dinero, esa paga consistía en cifras mayores a las que estaban acostumbrados a recibir. Fred Garrett, un primo de Henrietta y Day, los convenció de mudarse a Turner Station.

      Primero fue él a probar suerte y tres meses después, Henrietta, con sus dos hijos, abandonó los campos de tabaco y partió desde la pequeña estación de madera al final de la Calle Mayor de Clover con destino a Turner Station.

      Después de instalarse allí, el primo Garrett fue llamado a combatir en la Segunda Guerra Mundial mientras que Day utilizó los ahorros que le había dejado el primo para comprar una casa en Turner Station. La pareja tuvo tres hijos más, y Henrietta dio a luz al último llamado Zakariyya al mismo tiempo en que luchaba contra un cáncer cervical. Mientras tanto, sufría por su hija Elsie, ingresada en un hospital psiquiátrico.

      Henrietta muere un 4 de octubre de 1951 y su autopsia demostró que el cáncer se había propagado y había metástasis por todo el cuerpo. Algunos periodistas, siguiendo los pasos de Berg, han tratado de determinar cuántas células de HeLa quedan vivas en la actualidad.

      Un estudio científico estima que si se pudieran poner en una balanza todas las que se han cultivado, pesarían unos 50 millones de toneladas, un número sorprendente, dado que cada célula es liviana en picogramos. Todas esas células llevan su complejo ADN.

      Henrietta tenía ojos castaños, labios carnosos, dientes blancos y rectos. Era una mujer robusta, de mandíbula cuadrada, caderas anchas, piernas cortas y fibrosas, y manos ásperas debido a las tareas domésticas y al arduo trabajo de los campos de tabaco.

      Resulta sorprendente, o al menos curioso, que si bien las células HeLa podrían cubrir tres veces la Tierra, Henrietta Lacks, la portadora de esas células que marcaron el curso de la ciencia, medía, incluso en su plenitud, poco más de metro y medio.


      Mirá también



      Mirá también


      Sobre la firma

      Carlos Aletto

      Bio completa

      Tags relacionados