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      El Mató a un Policía Motorizado: La frescura que espera en la madurez

      La banda editó un nuevo disco que interpela a su época. Diez canciones de una belleza oscura y un espíritu rabioso, como respuesta a la música imperante.

      El Mató a un Policía Motorizado: La frescura que espera en la madurezCon Súper Terror, El Mató a un Policía Motorizado alcanza su décimo disco. Foto de prensa.

      Súper Terror es el décimo álbum en la historia de El Mató a un Policía Motorizado y uno de los mejores de su discografía. La banda llega a un estado de madurez sin perder la frescura, sincronizando fondo y forma: las letras, la musicalidad de sus canciones, los estribillos memorables, definen una nueva categoría de clásicos del grupo.

      En el nombre conceptual se condensa el contraste de dos palabras –súper y terror–, que en el espíritu del disco representan las fuerzas de la luz y la oscuridad, canciones de doble filo que implosionan en himnos melancólicos que tratan de explicar su mundo y el de su generación, galopando sobre el pop y la new wave efervescente de los años ochenta.

      El nuevo álbum funciona como el I Ching. Un disco que en cualquiera de sus canciones (o páginas musicales) ofrece respuestas sobre este tiempo con sentencias que acompañan el fin y el comienzo de los ciclos, pero también abriendo interrogantes sobre el estado actual de las cosas y dando vueltas alrededor de grandes temas: el misterio del universo, el sinsentido de la existencia, el amor, la soledad, los sueños rotos, y otros mensajes cifrados para toda una generación que sigue a la banda platense desde hace unos veinte años.

      Santiago Motorizado, otro paso al frente como notable intérprete.
Foto: Juan Manuel FogliaSantiago Motorizado, otro paso al frente como notable intérprete. Foto: Juan Manuel Foglia

      El estado de ánimo siempre es nostálgico. Aunque el mantra eléctrico de los inicios ahora está dosificado por las capas de guitarras y el aporte sustancial de los teclados y las programaciones, el disco se alimenta de la fuerza y la rabia que se oculta en el pliegue de las canciones y en la voz de Santiago Motorizado, que parece haber dado otro paso al frente como notable intérprete.

      Es un disco adictivo y con un sonido retro futurista, como el arte de tapa, un tributo a Electric café de la banda tecno Kraftwerk. Hay un clima envolvente y circular creado por la lírica de las canciones, sus melodías y ese efecto adherente de estribillos en “Tantas cosas buenas”, (donde la guitarra aparece como una cita a la banda de los ochenta Tears For Fears).

      El sonido pop mantiene a raya la desdicha. Incluso en aquellas canciones que destilan tristeza como “Diamante roto”, o “Coronado”, la banda transforma el bajón emocional en una catarsis explosiva.

      Cuando Santiago Motorizado baja el tono y la música se oscurece en los acordes menores de “Medalla de oro”, aparecen frases como grafitis, “hay una luz que arrasa con todo”. Mientras que en “Voy a dispararle al aire”, la intensidad y los contrastes de las palabras convocan al magnetismo poético: “Pensando solo en voz/con mi medalla de la suerte/creo haber visto el resplandor en tu cara”.

      El mató a un policía motorizado. La banda en 2018.El mató a un policía motorizado. La banda en 2018.

      La repetición de los versos, una marca de fábrica de El mató..., reaparece en aquellos leimotiv que funcionan como mantras, con solos de guitarra que trepan hasta la cumbre del dolor. “Voy a celebrar el final/voy a celebrar un poco más”, repite, una y otra vez, el cantante sobre la marcha de una batería implacable en “Moderato”, que empuja al protagonista hacia el final de una relación.

      La métrica de Santiago Motorizado se ha refinado. Sus versos suenan como haikus, su voz poética ha crecido, la musicalidad de la banda en todas sus líneas también. Las canciones empujan sus propios límites con otros giros melódicos que causan un efecto inesperado, como esas curvas pronunciadas que aparecen en el camino, y que escala en estribillos que podrían ser cantados en grandes estadios: “Un segundo plan”, por ejemplo, suena a himno generacional: “Quiero saber a donde ir/quiero saber a quien seguir/todo lo que me importa no existe más/quiero saber por quien morir”.

      Santiago Motorizado escribe sobre su mundo cercano con trazo melancólico y una épica de lo cotidiano. El lenguaje de estas canciones, grabadas en la soledad del desierto en los estudios Sonic Ranch de Estados Unidos, es tan simple y revelador como los sueños.

      “Las cosas se derrumban y tu brillo crece”, dice Santiago Motorizado en “El número mágico”.

      L abanda en vivo en el Festival Bue en Tecnópolis de 2017.L abanda en vivo en el Festival Bue en Tecnópolis de 2017.

      “Es la niebla oscura, está sobre mí. Pero no te preocupes estoy bien así”, declama en “El profeta del fuego”.

      “Al universo vamos a pelear”, canta en la balada “El universo”, con piano y voz.

      “No sabes lo feliz que sos en mis sueños”, escribe en “Diamante roto”.

      La aventura, las fantasías adolescentes, las batallas perdidas, los fantasmas de lo nuevo, los paisajes desoladores que hablan de un mundo que será mucho peor, o los guerreros que se preguntan a quién seguir, se condensan en este álbum revelador.

      La poeta Elizabeth Bishop decía sobre el escritor Robert Lowell, que cada vez que leía sus poemas tenía una escalofriante percepción del aquí y ahora, de una precisa contemporaneidad. Se hacía más consciente de las ironías de la historia de su país y todo le parecía más tétrico, pero al final del viaje la sensación de fondo era que seguía conservando la esperanza.

      El Mato a un Policía Motorizado provoca con sus nuevas canciones, un efecto similar al que alude Bishop, un cisma sobre el estado de las cosas.

      La banda creció y quizás este sea su álbum definitivo, el que marca el fin de la inocencia y la juventud, el salto a la permanencia. Un disco que será una compañía, aún en la derrota.


      Sobre la firma

      Gabriel Plaza

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