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      La verdadera historia sobre los troles

      De la mitología nórdica a cómo la RAE la aceptó como palabra inclusiva.

      La verdadera historia sobre los trolesIlustracion Daniel Roldán

      Si creemos que sabemos qué es un trol porque leímos algunos de los libros del Mundodisco de Terry Pratchett (especialmente la serie de Guardia de la Ciudad de Ankh-Morpork), vimos (o leímos) El Señor de los anillos, nos metimos en el mundo de Harry Potter (especialmente en Harry Potter y la piedra filosofal), hemos visto Artemis Fowl (Disney) o leído algo de Melissa de la Cruz, (la serie Sangre Azul o la de La Familia Beauchamp) estamos muy equivocados.

      Ni siquiera la película noruega Troll, y ellos de eso saben, nos muestra toda su complejidad porque imita el estilo del cine catástrofe de Hollywood y los convierte en una especie de King Kong.

      Las series sobre vikingos han venido popularizando las creencias y leyendas nórdicas: las cuatro temporadas de The Last Kingdom, las seis de Vikingos, las tres de la noruega Norsemen, las tres de la evitable The Witcher, las dos de Vikingos Valhalla… a las que se suman todas las que hay para chicos.

      A fines de 2020, debido a lo que se había incrementado su uso, la Real Academia Española tuvo que incorporar al español oficial la palabra trol (escrita con una sola ele), y la convirtió en una de las más inclusivas de la lengua porque aclara que es un sustantivo masculino y femenino, por lo que se aplica a todos los sexos y autopercibimientos existentes y por existir en la autoclasificación LGBTQIAK. Y siguiendo las reglas de formación del plural del español, trol se convierte en troles cuando trolean en patota.

      Las dos definiciones que da la RAE del trol son “En la mitología escandinava, ser maligno que habita en bosques o grutas” y, diplomáticamente, “En foros de internet y redes sociales, usuario que publica mensajes provocativos, ofensivos o fuera de lugar con el fin de molestar, llamar la atención o boicotear la conversación”.

      Sobre los troles existen dos verdades que parecen contradecirse, pero no es así. La primera es que son seres fantásticos despreciables. La segunda es que no existen, o nos quieren hacer creer que no existen los negadores de las mitologías. O de la realidad.

      En una organización como la mitología nórdica, en la que existen muchos dioses, deidades menores, como las nornas y las valkirias, y un montón de criaturas fantásticas, como hadas, enanos, elfos, dragurs… los troles ocupan el último lugar en la escala social. El último orejón del tarro, digamos.

      No es fácil reconocerlos porque, aunque sus funciones son las mismas y pueden tener figura humana, también pueden ser muy diferentes: muy altos o muy bajos, llevar el pelo largo y desordenado o ser calvos, tener la piel de tonos verdes o grisáceos, esto último quizás porque huyen del sol y se ocultan en la oscuridad (real y virtual) por su debilidad ante la luz (real y virtual) y viven en cuevas u ocultos en pequeñas comunidades de pensamiento único y básico o dependiente, aisladas del resto de la sociedad.

      A la noche, salen de sus cuevas, o agujeros en los que se ocultan, para ir de cacería: secuestrar adultos, física o mentalmente, para hacerlos sus esclavos, o bebés y dejar en su lugar otro recién nacido de un trol para ir destruyendo a los humanos o su libertad de pensamiento. A los bebes se los llama bort (niño cambiado) y esto parece explicar por qué, en algunas familias que no lo son, aparece un trol de tanto en tanto.

      Tienen en común que no se destacan por su inteligencia, pero esto que parece una ventaja para la sociedad, no lo es porque el poder utilizado con brutalidad es mucho más destructivo.

      Los dioses vikingos, a diferencia de los griegos, no son inmortales, pero, como en todas las religiones, sus fieles no tienen ninguna duda de que existe una vida después de la muerte. Los mejores guerreros muertos en alguna batalla van al Valhala, donde pasan los días como más les gusta, peleando hasta morir con honor, pero sus heridas curan rápidamente y a la noche son agasajados en los banquetes de los dioses.

      Según la mitología vikinga, solo la mitad va al Valhala, al otro cincuenta por ciento le toca un premio consuelo, el Fólkvangr, donde también pelean de día y festejan de noche, pero sin los dioses.

      Los que mueren de causa natural van al Reino de Hel, un sitio oscuro y sombrío en el que las almas van de aquí para allá sin nada que hacer.

      Los troles tienen un destino mucho peor, el de los que siembran cizaña, esa planta toxica parecida al trigo que contamina la harina del pan nuestro de cada día. Con los mentirosos, y la mala gente en general, desembarcan en la Playa de los Cadáveres, un lugar lleno de serpientes venenosas y vapores nocivos, donde, por si fuera poco, los mastica el dragón Níohöggr.

      Si uno es un trol, o eligió pertenecer a este tipo de espécimen tan alejado de lo que significa el honor en la mitología nórdica (y en la vida), ya sea como integrante de uno de los ejércitos mercenarios virtuales o como francotirador que intenta imponer sus ideas con falsedades, ya sabe cuál es el destino que le toca. A no ser que todo esto no sea la verdad verdadera sobre los troles, sino una auténtica troleada.

      Escritor y periodista


      Sobre la firma

      Néstor Barreiro
      Néstor Barreiro

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