Noticias hoy
    En vivo

      Cómo la guerra cambió la visión de un museo de Kiev sobre su pasado

      En lugar de tratar de ilustrar la guerra directamente, los curadores ucranianos recurrieron al arte más antiguo que inspiraba nuevas emociones.

      Cómo la guerra cambió la visión de un museo de Kiev sobre su pasadoPinturas de Oleksandr Dubovyk de “Una exposición sobre nuestros sentimientos” en el Arsenal Mystetskyi, que ha reabierto dos galerías del museo de arte en Kyiv. Primer plano: "M-21OF" de Arsen Savadov, 2015. Foto volodymyr cheppel / NYT

      La mayoría de las galerías del Arsenal Mystetskyi, uno de los mayores museos de arte de Europa, están vacías. Como en casi todas las instituciones culturales de la capital ucraniana, sus curadores y archivistas retiraron las exposiciones cuando estalló la guerra el 24 de febrero.

      Gran parte de la colección de unos 4.500 objetos ha sido trasladada a lugares seguros. Una tras otra, las salas permanecen en la oscuridad. Y sin embargo, el Arsenal Mystetskyi se abre al público con una exposición impactante y hermosa que impresiona aún más por su modestia y su franca vidad.

      Exposición de nuestros sentimientos (su título en inglés es An Exhibition About Our Feelings), inaugurada en este importante museo de arte contemporáneo, constituye la primera exhibición importante que se centra en la invasión rusa de Ucrania, si bien no en la forma en que se podría esperar.

      Propone una visión de la vida durante la guerra actual a través de obras de arte ucraniano desde los años 60 a la década de 2010; no se ha encargado ni añadido nada actual para ilustrar lo que el público de la muestra está viviendo hoy.

      Yurii Kovalenko, “Venus”, 1989. Una pintura de bañistas del artista de Odesa evoca reflexiones sobre las minas terrestres debajo de las playas de la ciudad. Las obras de la colección tienen un nuevo contexto. Foto Yurii Kovalenko / NYTYurii Kovalenko, “Venus”, 1989. Una pintura de bañistas del artista de Odesa evoca reflexiones sobre las minas terrestres debajo de las playas de la ciudad. Las obras de la colección tienen un nuevo contexto. Foto Yurii Kovalenko / NYT

      Un cuadro de bañistas del pintor Yurii Kovalenko, de Odesa, evoca sin que nadie lo señale las minas terrestres que hay ahora bajo las playas de esa ciudad, pero es de 1989. Una casi abstracción de trazos en matices de gris de Halina Neledva parece una fila de soldados o una cola de refugiados; fue pintada en 1991. Se trata de una exposición de heridas e incertidumbre, pero también de persistencia, humor y oscura esperanza de que el país renazca.

      "Es es un proyecto muy inusual para nosotros", observó Olha Melnyk, jefa de la división de museos del Arsenal Mystetskyi y curadora principal de esta exhibición, cuando la visitamos recientemente. Ella y su equipo organizaron la muestra en un mes (en lugar de los dos años de gestación habituales para museos de este tamaño y calibre) ya que los miembros del personal que abandonaron Kiev comenzaron a regresar a finales de abril, tras la retirada rusa.

      "Estamos constantemente en un enorme vaivén entre luz y oscuridad, entre esperanza y desesperación", dijo Melnyk. "Pero las instituciones también deben mostrar capacidad de adaptación y brindarle apoyo a la gente, apoyar el lado de la luz".

      Miedos

      Cuando los miembros del equipo del Arsenal Mystetskyi volvieron a reunirse aquí en abril, se sintieron abrumados por las emociones e incapaces de darles forma. Era demasiado pronto para analizar la guerra.

      De modo que decidieron sublimar el caos de la invasión inscribiendo sus miedos y esperanzas nuevos en obras preexistentes de 17 artistas. Vieron su propia vulnerabilidad en el cuadro de un parto angustioso de una madre de principios de la década de 1960, obra de Yurii Solovii (1921-2007), quien llegó a Estados Unidos como refugiado tras la Segunda Guerra Mundial.

      La muestra actual evita imágenes nuevas por imágenes atemporales, como "El nacimiento" de Yurii Solovii, años 60. Foto volodymyr cheppel / NYTLa muestra actual evita imágenes nuevas por imágenes atemporales, como "El nacimiento" de Yurii Solovii, años 60. Foto volodymyr cheppel / NYT

      Percibieron una mirada de la reconstrucción nacional en un cuadro más reciente, de Oleh Kharchenko, de dos carpinteros desnudos que haraganean en una obra en construcción.

      Sacaron a relucir varios cuadros del disidente soviético Oleksandr Dubovyk: composiciones irregulares, organizadas con discordancia, de cuchillos filosos, cuerpos retorcidos y fragmentos desgarrados de obras maestras de Tiziano. Dubovyk tiene ahora 91 años; se refugió en Kiev durante los terribles primeros días de la guerra y acudió a la inauguración de la muestra.

      "Es como si tratáramos de predecir nuestro futuro", comentó Melnyk mientras estábamos frente a una acuarela de Maria Prymachenko que representa a dos monitos y un cocodrilo con la mandíbula abierta. "Nuestras formas de percibir han cambiado y somos capaces de ver nuevos significados".

      Antes del 24 de febrero, Prymachenko era considerada una artista popular benévola y alegre. Desde la invasión y la destrucción de un museo regional al que la artista donó docenas de cuadros, ese cocodrilo de mandíbula abierta parece un poco más amenazante.

      Una de las dos galerías abiertas en el enorme museo. Centro, en la pared: “Monkeys and a Crocodile” de Maria Prymachenko, 1961. En el piso: “Rushnyks” de Myroslava Doroshenko, 2015. Atrás a la izquierda: “Renovation is a state of mind” de Oleh Kharchenko de 2012). Foto volodymyr cheppel / NYTUna de las dos galerías abiertas en el enorme museo. Centro, en la pared: “Monkeys and a Crocodile” de Maria Prymachenko, 1961. En el piso: “Rushnyks” de Myroslava Doroshenko, 2015. Atrás a la izquierda: “Renovation is a state of mind” de Oleh Kharchenko de 2012). Foto volodymyr cheppel / NYT

      "Tampoco sabemos", agregó Melnyk, "si seremos capaces de escapar de esta terrible bestia".

      Las guerras y las catástrofes pueden provocar reflejos culturales desafortunados en muchos públicos. En las primeras semanas de la guerra en Ucrania, los medios de comunicación occidentales se abalanzaron sobre imágenes –generalmente publicadas por artistas aficionados en las redes sociales– de obras "relevantes" de nueva creación (mujeres hermosas que lloran, manos tendidas hacia el cielo, palomas y flores), como lo hicieron antes con Siria, Afganistán e Irak.

      Frente a este deseo de estetización instantánea, Exposición de nuestros sentimientos expresa enérgicamente "Esta vez no, nosotros no". La exhibición insiste en que el arte no es propaganda y que los ucranianos necesitan algo más de sus museos, algo más profundo que una reafirmación de lo que ya saben.

      Atentados

      Este mismo enfoque se ha utilizado en otras exposiciones dedicadas a episodios de violencia nacional traumáticos, en particular "September 11", en el MoMA PS1 de Nueva York, donde la mayor parte de las obras era anterior a 2001, y "Vivimos en una estrella", en el Henie-Onstad Kunstsenter, de las afueras de Oslo, Noruega, que puso obras de arte históricas a la sombra de los atentados terroristas noruegos de 2011. Ya habría tiempo de crear más adelante. De todos modos, el pasado narra el presente demasiado bien.

      De hecho, el único material nuevo de Exposición de nuestros sentimientos es una secuencia de entrevistas en video con personal del Arsenal Mystetskyi, que describen la caótica experiencia de trabajar en un museo en tiempos de guerra.

      La directora, Olesia Ostrovska-Liuta, cuenta los planes que hizo su equipo para proteger la colección en caso de una invasión a gran escala, y la incredulidad de que alguna vez los necesitaran. Un oficial de seguridad refiere el miedo y el orgullo de permanecer en el museo durante los bombardeos.

      La jefa del departamento literario relata que tuvo que rechazar solicitudes de entrevistas de extranjeros porque las sirenas no dejaban de sonar.

      “Monos y un cocodrilo” de Maria Prymachenko, 1961, gouache sobre papel. “Nuestras percepciones han cambiado y podemos ver nuevos significados”, dijo un curador. Foto volodymyr cheppel / NYT“Monos y un cocodrilo” de Maria Prymachenko, 1961, gouache sobre papel. “Nuestras percepciones han cambiado y podemos ver nuevos significados”, dijo un curador. Foto volodymyr cheppel / NYT

      El videógrafo interno del museo, Oleksandr Popenko, dice que ha sobrevivido a masacres en la ciudad de Bucha (Ucrania), mientras sostiene un disco rígido externo de computadora lleno de material de archivo. "Este disco contiene todo lo que he filmado para el Arsenal desde 2017", señala. "En Bucha tuve que dejarlo en la habitación donde cayó el proyectil".

      El Arsenal Mystetskyi se fundó en marzo de 2005 tras la Revolución Naranja que llevó al poder al presidente Viktor Yúshchenko. El gobierno lo estableció como complejo artístico nacional y dio a sus directores la misión explícita de situar las cuestiones sociales y la educación general en el centro de la programación, que abarca desde actividades artísticas y teatrales hasta ferias de libros y conciertos.

      La sede se encuentra –terrible ironía ahora– en un histórico almacén de armas ruso, construido en los últimos años del siglo XVIII por orden de Catalina la Grande. De hecho, el arsenal mismo es en sí un hito arquitectónico.

      Fue el primer gran pabellón neoclásico construido en Kiev, con una fachada de piedra de color paja y galerías amplias bajo grandes bóvedas de crucería revestidas de ladrillo. El edificio, con forma de anillo, tiene unos 60.000 impresionantes metros cuadrados, aunque antes de la guerra sólo estaban en uso alrededor de 12.000.

      En comparación, el Palais de Tokyo de París, al que suele referirse como mayor espacio artístico de Europa, tiene 22.000 metros cuadrados, con 8.000 metros cuadrados de galería.

      La exposición está recibiendo unos 700 visitantes por semana: menos que en tiempos de paz, pero más de lo que el museo esperaba. Muchos visitantes son ucranianos desplazados internamente, que tienen entrada gratuita.

      La situación de seguridad ha obligado al Arsenal Mystetskyi a mantenerse liviano y limitar el espacio de la exhibición a sólo dos galerías –si bien dos galerías de este enorme museo no son nada para desestimar–, privilegiando las pinturas y las esculturas más pequeñas que puedan trasladarse fácilmente. (Los días anteriores a mi visita, los ataques con cohetes en el centro de Kiev obligaron a cerrar el museo).

      Con todo, Exposición de nuestros sentimientos, a pesar de sus dimensiones y su enfoque, o incluso debido a ellos, plantea preguntas esenciales que instituciones de zonas en paz del mundo han olvidado cómo responder.

      ¿Para qué sirve el arte? ¿Los momentos extremos demuestran que el arte siempre ha sido un lujo prescindible, o pueden revelar que importa de un modo que no se ve en tiempos de paz? Observando en esta muestra turbulentas escenas callejeras de Kiev, retratos conmocionados y desnudos impertérritos, pude vislumbrar un museo mucho más seguro que el nuestro en cuanto a la importancia de su trabajo, que no teme poner todo en juego.

      Incluso el título de la muestra sugiere una urgencia y una apertura acerca del lugar del arte hoy en día, como si, por fin, ahora pudiéramos decir qué hay en nuestros corazones.

      La galería contigua a Exposición de nuestros sentimientos se ha dejado a oscuras, al igual que la que le sigue y la que le sigue. Mantener la mayor parte del museo vacía fue una exigencia económica y militar, pero los curadores la han aprovechado al máximo dejando una puerta abierta al final.

      "Ilustra nuestra conciencia, la conciencia de túnel que vivimos hoy", afirmó Olha Melnyk mientras contemplaba las salas en penumbra. "Sobrevivimos de a un día por vez, y poco a poco, a través de estos días, avanzamos hacia el futuro." 

      ©The New York Times. Desde Kiev, Ucrania

      Traducción: Román García Azcárate

      PC


      Sobre la firma

      Jason Farago

      The New York Times

      Bio completa