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      Balazos para la obra de Maurizio Cattelan en el corazón de Nueva York

      • Es uno de los artistas más destacados de la actualidad y presenta una nueva exposición.
      • La muestra aparece acribillada a balazos: paneles de acero enchapados en oro de 24 quilates agujereados.

      Balazos para la obra de Maurizio Cattelan en el corazón de Nueva YorkEl artista Maurizio Cattelan en Gagosian con una pared de su nueva obra, "Sunday", sus paneles de acero chapados en oro acribillados con balas de pistolas, rifles y armas semiautomáticas en un campo de tiro de Nueva York. Foto: Vincent Tullo para The New York Times.

      “Nunca tenés que hacerle preguntas a un artista sobre su arte”, dijo Maurizio Cattelan inmediatamente después de llegar. "El mejor arte plantea muchísimas preguntas", agregó. "No respuestas".

      Cattelan, de 63 años, uno de los artistas más destacados de la actualidad y con una reputación que va mucho más allá del mundo del arte, tiene una nueva exposición acribillada a balazos en Nueva York que seguramente generará todavía más preguntas, y cierto asombro.

      Concede muy pocas entrevistas presenciales, prefiere crear imágenes en lugar de explicarlas con palabras y lo pone nervioso que el periodismo lo caracterice erróneamente. Sin embargo, el primer día caluroso de primavera en Milán llegó temprano a nuestra reunión previamente concertada y estacionó su bicicleta junto al banco en el que nos sentamos, a la sombra de un monasterio.

      Con sus mechones de cabello plateado característicos y los pies sobre el banco como un escolar, habló entusiasmado, en italiano, de su primera gran exposición en Nueva York desde su fundamental retrospectiva All (Todo) de 2011, en el museo Guggenheim, en la que casi toda su obra estaba suspendida como un móvil.

      “Odio”, declaró, “que me llamen chistoso”. El artista que creó la efigie de un papa derribado por un meteorito, que hizo un inodoro de oro macizo con pleno funcionamiento al que tituló “América” (como se autodenomina EE.UU.) y que sacudió la mente colectiva del mundo cuando pegó una banana a la pared con cinta adhesiva y vendió esa creación como obra de arte, ha sido motivo continuamente de variaciones del calificativo de chistoso (bufón, bromista, burlador), pero el suyo es el chiste cósmico, el chiste de los filósofos estoicos: la muerte y nuestras ilusiones de importancia personal antes de que llegue para nosotros el olvido, y para él mismo.

      Presiona donde duele

      Si bien no resulta motivo de risa, es innegable que su obra presiona donde duele, y para su muestra inaugurada el 30 de abril en la galería neoyorquina Gagosian, Cattelan orienta su mirada sardónica al inquietante tema de la violencia armada. Sus nuevos trabajos están atravesados por balas: paneles de acero enchapados en oro de 24 quilates que permiten un reflejo similar al de los espejos, con sus superficies metálicas deformadas por la herida de los proyectiles.

      "El oro y las armas", dijo Cattelan, "son el sueño americano". Foto: Vincent Tullo para The New York Times."El oro y las armas", dijo Cattelan, "son el sueño americano". Foto: Vincent Tullo para The New York Times.

      “Belleza, lujo y violencia”, como los describió Cattelan: monumentos al asesinato, aunque no son su primer intento. Previamente había reunido bolsas de desechos de un atentado de la mafia con un coche bomba en Milán en 1993 como monumento conmemorativo, había expuesto estatuas de mármol con cadáveres cubiertos de sábanas y representó el 11 de septiembre con una torre monolítica atravesada por un avión, vigilada por miles de palomas disecadas que acechaban el sitio.

      Los paneles tiroteados, 64 en total y titulados “Sunday” (Domingo), pesan alrededor de 36 kg cada uno y miden casi 1,40 m de alto, aproximadamente el tamaño de una criatura de 10 años. Cattelan comparó el conjunto, montado sobre una sola pared, con el muro de ejecución de un pelotón de fusilamiento.

      “Cuando leo la tapa de los diarios, de lo único que hablan es de violencia”, comentó. "Estoy completamente sumergido en la violencia."

      “Nosotros”, prosiguió, señalándose él mismo con el dedo, señalándome a mí y a todos los que tomaban el sol en el parque del monasterio, “nosotros, nosotros, estamos completamente inmersos todos los días en la violencia y nos hemos acostumbrado a ella. La repetición nos ha hecho aceptar la violencia como una cosa inevitable”.

      De pronto una nutrida bandada de palomas pasó chiflando amenazadoramente cerca de su cabeza –¿represalia por sus hermanas disecadas?– mientras él hacía una pausa para desviarles la trayectoria con las manos en el aire.

      Un tirador al otro lado

      Cattelan se refirió también a un trabajo increíblemente arriesgado que había querido hacer durante mucho tiempo: una pared de vidrio a prueba de balas con el público de una galería en uno de los lados y un tirador disparándole con un arma de fuego desde el lado opuesto, algo demasiado aterrador incluso para un mundo del arte familiarizado con la performance de Chris Burden de 1971, en la que Burden se hizo disparar (no mortalmente) en una galería, obra que Cattelan mencionó como influencia.

      Un gran mural del artista Maurizio Cattelan fue pintado en el exterior del Pabellón del Vaticano. Foto Clarín.Un gran mural del artista Maurizio Cattelan fue pintado en el exterior del Pabellón del Vaticano. Foto Clarín.

      Con los paneles de “Sunday” el público, en cambio, participa del resultado de un tiroteo, viendo su propio reflejo acribillado por agujeros de bala, con la seductora belleza del brillo del oro y las implicancias, en mutua competencia, tanto de una acusación como de una glorificación de la violencia.

      "El oro y las armas", sostuvo Cattelan, "son el sueño americano". El mensaje: la violencia –no la de las películas de ficción sino la barbarie demasiado real de los tiroteos masivos, los asesinatos y las guerras– es hoy parte de la cultura pop.

      Cattelan ya experimentó con tiros antes disparándoles a banderas estadounidenses y británicas, o, mejor dicho, haciendo que se les disparase. Residente en Milán y en Nueva York, el artista no tiene un estudio, mucho menos un campo de tiro, y sus obras casi siempre son fabricadas por otras personas. Con “Sunday” buscó universalizar el símbolo de la violencia, abandonando la imaginería nacionalista de las banderas y dejando “solo los tiroteos”.

      Lienzos tajeados

      Con sobretonos de lienzos tajeados de la producción de posguerra de Lucio Fontana creó lo que llama sus primeras obras abstractas. Las pistolas, escopetas y armas semiautomáticas, explicó, se “utilizaron como cinceles” para tallar el metal.

      Contrató tiradores en un polígono de tiro de Nueva York para disparar contra los paneles con armas que se consiguieron fácil y legalmente gracias a las laxas restricciones de armas de Estados Unidos. "¿En qué otro lugar del mundo podrías hacer eso?" preguntó con una risotada irónica. (Milán, por el contrario, no permitiría siquiera que apareciese en las calles de la ciudad un cartel de Cattelan que mostrara un arma, alegando violación de las leyes de decencia.)

      Maurizio Cattelan, "La nona hora".Maurizio Cattelan, "La nona hora".

      En Gagosian, frente al muro de ejecución dorado, Cattelan instala otra obra, la primera fuente que hace. Tallada en mármol, representa un hombre echado de espaldas, decaído, sosteniendo su pene expuesto, del que brota agua.

      “Hay un diálogo entre esas dos obras, en su oposición y su proximidad”, contó el artista. La figura, inspirada en un amigo cercano y colaborador suyo que murió, evoca “los sectores de personas que son invisibles en la sociedad”, añadió. El hombre es el tipo de figura de descarte que los visitantes de la exposición de Nueva York probablemente pasen por alto y eviten camino a Gagosian.

      “Son obras que adquieren un peso diferente al exhibirse en Nueva York”, comentó por teléfono el curador de la muestra, Francesco Bonami. "Maurizio es un artista político: no político en el sentido de que manifiesta una posición, sino político en el sentido de que aborda los problemas de la sociedad y acontecimientos actuales, y siempre toca un punto sensible." Y expresó: "Veremos cómo los estadounidenses toman este espectáculo".

      Armas en las escuelas

      La inauguración se produjo después de que los legisladores de Tennessee aprobaran un proyecto de ley destinada a permitir a algunos miembros del personal escolar portar armas de fuego ocultas, pero, como comentó Cattelan, “todos los momentos parecen el momento adecuado para hablar de violencia, porque cada día hay más noticias sobre violencia en los periódicos".

      Maurizio Cattelan, Untitled, 2007.Maurizio Cattelan, Untitled, 2007.

      En el parque del monasterio, Cattelan criticó el materialismo moderno: “Hoy los sacramentos han sido reemplazados por las compras”, afirmó, y argumentó que se puede encontrar mayor felicidad en una vida espartana. (Va en bicicleta a todas partes y nada casi a diario en una piscina municipal.) Pero no lo asusta jugar en los dos lados. Esta muestra constituye la primera vez en que acepta colaborar con la mega galería de Larry Gagosian, el marchand que se ha referido al arte como “dinero en las paredes” y que probablemente sea el mayor responsable de transformar el mundo del arte en mercado del arte. Pero, como señaló Bonami, ¿quién más podría patrocinar la producción de un colosal muro de balazos de oro?

      Admitiendo que había llegado el momento de una colaboración que él evitó durante mucho tiempo, Cattelan aclaró: "Estoy haciendo un proyecto con Larry Gagosian pero no he firmado nada" y "Soy un agente libre". Su exposición anterior en una galería de Nueva York, en 2000, fue en la influyente pero no tan de primer nivel Marian Goodman Gallery.

      La galería declinó las solicitudes de proporcionar información previa acerca del costo de fabricación de las obras y su precio de venta, pero desde la inauguración todas las piezas de la muestra están disponibles para la compra, con sus respectivos valores.

      22 millones de dólares

      La obra de Cattelan alcanzó su más alto precio de subasta en mayo de 2016, cuando "Him" (Él), una abyecta escultura de cera y resina de Hitler arrodillado, se vendió en Sotheby's por 17,2 millones de dólares, es decir unos 22 millones de dólares en la actualidad.

      Contemplando los árboles de Judas del parque y sus flores magenta de la temporada, Cattelan reflexionó sobre su rol en el pabellón del Vaticano en la Bienal de Venecia de 2024 situado en la prisión de mujeres de Giudecca, una de cuyas paredes exteriores está completamente cubierta por la imagen gigantesca de unos pies de aspecto cadavérico que concibió para allí.

      Maurizio Cattelan: "Él". Foto: APMaurizio Cattelan: "Él". Foto: AP

      La infancia del artista en la pequeña ciudad norteña de Padua estuvo impregnada de catolicismo y cultura provincial de clase trabajadora y, a pesar de su reconocimiento internacional, él todavía se ve como el tipo empleado en un hospital y que trabajó de asistente en la morgue.

      Crecí en la cultura de la clase trabajadora y no me avergüenzo de ser parte de ella”, manifestó Cattelan, “aunque alguien señaló que es posible que hoy me esté disociando de mi status”. Observó a la vez que sus referencias instantáneamente reconocibles (desde las palomas hasta Pinocho y desde los inodoros hasta Hitler) hacen que las obras sean inteligibles “tanto para los no expertos como para los expertos”.

      "Mi público principal no es el mundo del arte", continuó. "Son personas que quizá no estén educadas en lo que se supone que es el arte, pero que se relacionan con la obra."

      Maurizio CattelanMaurizio Cattelan

      Roberta Tenconi, curadora con Vicente Todolí de la exposición 2021-22 de Cattelan en la fundación Hangar Bicocca de Milán, dijo que “el poder de la obra de Maurizio está en superponer imágenes familiares para crear algo que resuena en una multiplicidad de formas”. Y agregó: “Nunca nada es singular ni simple. Y a Maurizio le encanta poner incómoda a la gente”.

      El artista destacó que “cuanto más puedas sintetizar elementos contrastantes y eliminar cualquier adorno, más te acercarás a algo que funciona como un símbolo”, o sea, esencialmente, a crear imágenes indelebles que proponen interpretaciones infinitas.

      Una polémica banana

      Sin ir más lejos: la banana, obra de 2019 titulada “Comediante”, fenómeno que solo en el New York Times apareció en siete artículos y además en la portada de The New York Post. La banana provocó fascinación e indignación, discurso post-Duchamp y furor en el mundo del arte –enloquecido–, así como un vertiginoso ciclo de memes.

      En ese momento, Cattelan me dijo: “Tratá de pensar en Napoleón sin su caballo: ¡es imposible! Ahora tratá de pensar en la cultura pop sin la banana”: la banana de Andy Warhol y The Velvet Underground, la cáscara de banana de las payasadas, la alusión a tener una banana en el bolsillo, como detalló.

      Pero hoy le resta importancia a aquel furor, al que considera “apenas un momento viral”, opinó. “Aun cuando la gente conoce la banana, nadie sabe quién soy yo como artista.”

      O por lo menos eso le gustaría creer. Escasos minutos después, un joven con cola de caballo que caminaba por el parque nos interrumpió para pedir sacarse una selfie con él.

      “La gente te conoce”, le hice notar. Él, ¿había imaginado convertirse en artista cuando crecía en Padua? Melancólica negativa con la cabeza. “Lo único con lo que realmente soñé fue la independencia”, repuso arremangándose la camisa hasta los codos mientras se levantaba. “El resto es fuffa”: en otras palabras, trivialidad. Y se alejó en su bicicleta, dejándome ahí con muchas otras preguntas más.

      © The New York Times / Traducción: Román García Azcárate


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      Laura Rysman

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