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      Más zanahorias, menos garrotes: EE.UU frente al desafío de China en la región

      Mientras continúa el ajedrez geopolítico entre las grandes potencias, la región necesita construir estrategias políticas que moderen los riesgos y saquen provecho de este contexto.

      Más zanahorias, menos garrotes: EE.UU frente al desafío de China en la regiónIlustración: Daniel Roldán

      En las últimas dos décadas América Latina fue testigo de tres grandes cambios en el escenario internacional: el crecimiento de China y su mayor presencia en la región; el auge de la competencia estratégica entre EE.UU y China; y el uso cada vez más frecuente de los instrumentos económicos por parte de estos países para extender su influencia política.

      Frente a esto, los países latinoamericanos debieron revisar sus estrategias de política exterior con Washington y Beijing. La configuración de un orden internacional semejante a la bipolaridad de la Guerra Fría pero en el contexto de alta interdependencia económica de la globalización, impulsó la necesidad de nuevas estrategias para responder al desafío. Recomendaciones sobre “no alineamiento activo”, “equidistancia”, o “balanceo” han buscando dar respuesta a este contexto. Sin embargo, estas propuestas no han estado acompañadas de datos sobre los costos políticos y económicos de cada alternativa.

      En esa línea, nos preguntamos cómo reacciona EE.UU cuando un país de América Latina se acerca a China ¿Usa su poder económico para incidir en la política exterior de la región? ¿Predominan los “garrotes” económicos -sanciones- o las “zanahorias” -incentivos comerciales y de inversión-?

      A diferencia de la creencia popular, nuestra investigación muestra que cuando se trata de estados democráticos, con economías de mercado, y alineados en política exterior con EE.UU, la respuesta predominante al desafío chino ha sido ofrecer incentivos económicos. Frente a una mayor presencia de China en un país latinoamericano, éste tiende a recibir mayor atención en Washington, y un incremento de las iniciativas de desarrollo financiero y de promesas de cooperación económica, en lugar de ser receptor de medidas coercitivas.

      Panamá es un buen ejemplo. Tras dejar de reconocer a Taiwán, en 2017, y convertirse en el primer país en la región en sumarse a la iniciativa de la Franja y la Ruta, observó un fuerte incremento en los mecanismos de incentivos económicos de Washington: mejoras en el acceso a créditos, financiamiento para desarrollo, la inclusión en iniciativas de cooperación económica y de promoción de inversiones.

      A nivel regional, la evidencia estadística sugiere un patrón semejante: luego de que las democracias de la región incrementaron su vinculación económica con China, EE.UU expandió la asistencia financiera y los fondos de ayuda al desarrollo en esos países.

      En resumen, la diversificación de vínculos políticos y económicos con China termina mejorando la posición relativa de las democracias en la región frente a EE.UU. Con mercados más diversificados los países de la región crean una “opción de escape” ante eventuales sanciones de EE.UU, lo que diluye el atractivo de los “garrotes”. El hecho de ser democracias que no desafían las reglas de la economía y la política globales hace que además estas acciones se vuelvan más costosas en términos de legitimidad para Washington.

      Mientras continúa el ajedrez geopolítico entre las grandes potencias, la región necesita datos para construir estrategias políticas que moderen los riesgos y saquen provecho de este contexto. El análisis de la diplomacia económica de EE.UU es un insumo clave para repensar el lugar de América Latina en este juego.

      Julieta Zelicovich es Profesora de Relaciones Internacionales en la UNR e investigadora del CONICET. Patricio Yamin es Profesor de Relaciones Internacionales en la UTDT


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