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      Milei y Vox: la ultra derecha transatlántica va perfilando su alianza

      • En su estridente paso por la cumbre de Vox, el presidente Milei vilipendió a su par español del Psoe, quizá su primer objetivo mediático.
      • A diferencia de una derecha más cautelosa, logró posicionarse como el "amigo íntimo" de los más fundamentalistas, y su "ventrílocuo externo" .
      • Vox procura que la coincidencia ideológica con un líder latinoamericano le de fuerza en la Unión Europea.

      Milei y Vox: la ultra derecha transatlántica va perfilando su alianzaPancarta y meme: durante las protestas de la derecha española por la amnistía en favor de los independentistas catalanes condenados. Milei junto a Pedro Sánchez, impulsor de la ley resistida, 2023. Foto de Oscar del Pozo, AFP

      Este fin de semana, Vox y La Libertad Avanza (LLA) celebraron su curiosa boda en Madrid. Los novios, Santiago Abascal y Javier Milei, son representativos de una élite política de “hombres blancos airados”; ambos son, a su manera, también nostálgicos y deben su trascendencia a que han sabido dar un tono organizativo, movilizador y contracultural a su nostalgia. Ambos encajan perfectamente en el rol, aunque por distintos motivos, que les aguarda en la llamada Iberoesfera, un concepto geopolítico muy manido en España que no ha trascendido todavía en Argentina.

      En la ceremonia, el libertario sudamericano cumplió con creces el papel que se esperaba de él. Además de sus argumentos habituales, su discurso será recordado sobre todo por sus poco calibradas alusiones al presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, que originaron un incidente diplomático sin precedentes y de final abierto, tal vez su objetivo mediático principal.

      Su performance en la cumbre partidaria de Vox y las consecuencias revulsivas que se esperan de ella ayudan a comprender un poco mejor los motivos de su promoción. de la mano de Abascal: un lugar destacado como amigo íntimo de la ultraderecha europea. Por su rápido ascenso se ha convertido en un personaje que escenifica como pocos, y de una manera brutal y descarnada, las dificultades que atraviesan la relación entre capitalismo y democracia, algo a lo que la ultraderecha global está muy atenta azuzando miedos y descontentos.

      A esto Milei suma el estallido del lenguaje político que sus acciones provocan. La ruptura de puentes y mediaciones que él promueve de manera activa se muestra útil para arrastrar tras de sí a las ambivalentes derechas democráticas, las “derechitas cobardes”, como dejó claro Abascal en su propio discurso.

      Vale la pena repasar las semejanzas y divergencias entre ambos. Santiago Abascal fue miembro del establishment político de la derecha hispánica hasta su escisión, en 2013, y director entre 2006 y 2014 de la Fundación para la Defensa de la Nación Española (DENAES), organización privada que recibió generosos subsidios de la Comunidad de Madrid, gobernada por el Partido Popular. Con objetivos difusos, esta institución se situó en el origen de Vox y destacó en las movilizaciones contra las leyes de memoria democrática y contra la ampliación del aborto y matrimonio igualitario en el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero.

      El líder de Vox, Santiago Abascal, en el plenario de fines de enero, en el Parlamento, antes de la votación por la controvertida amnistía. Foto Javier Soriano/ AFPEl líder de Vox, Santiago Abascal, en el plenario de fines de enero, en el Parlamento, antes de la votación por la controvertida amnistía. Foto Javier Soriano/ AFP

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      En cambio, el presidente Javier Millei, en un gesto que lo distingue de la ultraderecha de Vox, define su carrera de outsider político a partir de la creación de sí mismo como fenómeno mediático y accede a esa elite de hombres airados con una agresividad discursiva inusual, incluso para la Argentina de los últimos años.

      Abascal y Milei son hijos de una heterogénea ola de ultraderecha mundial en auge, que algunos analistas denominan “posfascismo”; se ubican junto a Donald Trump, Jair Bolsonaro, Giorgia Meloni, Mateo Salvini, Marine Le Pen, Viktor Orban, Mateusz Maroaviecki, entre otros. Sus organizaciones son máquinas en las que el autoritarismo identitario y el tecnocrático se dan la mano. Guiados por un común ideal thatcherista y “neocon”, todos ellos promueven una tarea de demolición de las funciones reguladoras del estado. Amoldarse a las peculiaridades locales de viejas y nuevas audiencias con distinta porosidad a sus propuestas ha implicado para ellos un serio trabajo. Así es esta curiosa pareja.

      En el trasfondo español, la mencionada Iberoesfera designa un espacio cultural y, a su vez, un instrumento geopolítico. El concepto viene siendo impulsado por el nacionalismo extremo español; se trata de una constelación neoimperial, asumida por Vox y otros sectores políticos en alianza con elites conservadoras latinoamericanas, para incrementar su influencia y la de un discurso esencialista –y xenófobo, agregamos nosotros– en la Unión Europa. Procura socavar, en su estrategia de batalla cultural, los principios instalados de multiculturalismo y universalismo jurídico.

      VOX, a por la "reconquista"

      Vox se define sobre todo como un partido de resistencia, defensor de tradiciones, prácticas y posiciones ramenazadas. Según su diagnóstico, los males de España radican en el multiculturalismo y el relativismo, debido a la globalización mal gestionada por un europeísmo desorientado. Vox lucha por la “reconquista” de una libertad y una identidad nacional que considera secuestradas por la izquierda y la inmigración descontrolada y apela a una mítica homogeneidad, cultural y de raza, guiados por un nacionalcatolicismo de raigambre franquista.

      Este modelo remite a un mítico pasado imperial perdido, una propuesta arcaica que ni siquiera encaja del todo bien con otros grupos de la ultraderecha europea, como el Frente Nacional de Italia y la Liga, de Mateo Salvini, más aggiornados y con guiños proteccionistas a las clases trabajadoras. Encuentra Vox, por tanto, a sus aliados en los partidos confesionales más extremos de la Unión Europea, como el Partido Ley y Justicia (PIS), de Polonia. Esto condujo a Vox a incorporarse a ACRE (Alianza de Conservadores y Reformistas Europeos) y a su grupo parlamentario, que alardea de sus dos grandes amigos, el Likud israelí y el partido Republicano estadounidense.

      Milei, la ultra derecha con tono utópico

      El presidente Milei, en el encuentro empresario del Consejo Interamericano de Comercio y Producción de esta semana. Foto: Graciela Pace/Prensa CICyPEl presidente Milei, en el encuentro empresario del Consejo Interamericano de Comercio y Producción de esta semana. Foto: Graciela Pace/Prensa CICyP

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      A diferencia del nacionalismo extremo de Vox, que no ha logrado perforar la barrera de los sectores populares, LLA alcanzó en cambio la centralidad política ofreciéndose como un partido ultraliberal revolucionario con matices utópicos. No rehúye a dar las batallas culturales que están en el ADN de la derecha global, pero su éxito meteórico radica en su tono utópico que, de manera transversal, le permite conectar con el cansancio y la irritación populares. Podríamos decir que más que un apoyo masivo convencido, lo que logró Milei fue canalizar el rechazo a una clase política atomizada.


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      Así, pues, en Argentina funcionó perfectamente el manual de la ultraderecha global y su táctica preferida: la acumulación de resentimientos. A diferencia de Vox, el éxito de LLA se debió sobre todo a haber sabido convertir el miedo en fe, algo sólo posible por la coyuntura desesperada del país.

      La secretaria general de la Presidencia Karina Milei junto con Martin Menem, en el lanzamiento de LLA en Rosario. Foto de Andrés VazquezLa secretaria general de la Presidencia Karina Milei junto con Martin Menem, en el lanzamiento de LLA en Rosario. Foto de Andrés Vazquez

      Si bien Vox aspira a una sociedad estable y jerárquica, el modelo de La LLA es más ambivalente. Para el gran público ofrece, en cambio, una “sociedad sin sociedad”, orientada por un liberalismo arcaico que evitaron figuras claves como Mitre, Sarmiento, o el mismo Roca en el siglo XIX. En su núcleo profundo parece proponer un neo feudalismo de corporaciones y altos ejecutivos.

      En tierra europea Milei actuó como una especie de “ventrílocuo externo”, un amigo carnal que. sin compartir nuestra casa, nos ayuda a lidiar con sus defectos. Bajo un reciclado envoltorio utópico, el presidente argentino sugiere, de manera un tanto osada, una férrea alianza entre tecnócratas, intereses económicos concentrados y fundamentalismos de distinto signo, algo que los europeos conocen muy bien por sus experiencias dictatoriales del siglo XX.

      A ambos lados del océano este guiño velado ayuda a convertir en operativas las múltiples nostalgias de unas élites políticas que, en su mirada extrema, se resisten a definirse como tales. A la distancia y preocupada por esta nueva ultraderecha naturalizada, de lo que la ceremonia ritual “Europa Viva” de estos días fue un claro ejemplo, la socialdemocracia. el Psoe en España, tan golpeada en los últimos años, trata de curar sus heridas y se prepara en ambos continentes para una nueva batalla republicana.

      Ricardo González Leandri es historiador por la UBA y reside en Madrid desde hace años. Editor, junto a Pilar González Bernaldo del "Perspectivas históricas de la desigualdad y la cohesión social en América latina. Siglos XIX y XX", SILEX, Madrid, 2020.


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