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      La conmovedora y poética confesión de Marguerite Duras, días antes de morir

      • Periférica publica Nada más, es el último libro de la escritora francesa.
      • Fue dictado pocos días antes de su muerte a su compañero final Yann Andréa Steiner.

      La conmovedora y poética confesión de Marguerite Duras, días antes de morirMarguerite Duras. Autora de “El mal de la muerte” y “El hombre sentado en el pasillo

      Nada más (Editorial Periférica), cuyo título originalmente en francés es C’est tout, es el último libro de Marguerite Duras publicado pocos días antes de morir. Quizá la manera más simple de presentarlo sea como una confesión (fechada desde el 20 de febrero de 1994 hasta el 29 de febrero de 1996) que la escritora le dicta de manera fragmentaria a su compañero final Yann Andréa Steiner (según la dedicatoria, “mi amante de la noche”).

      ¿De qué manera se puede hablar de un texto breve, hermoso y cuyo eje es precisamente el límite de lo decible frente a la muerte? En principio, no de un modo muy diferente al resto de los libros de la escritora francesa, en tanto que, al igual que la mayoría de sus títulos, todo gira en torno a la pérdida y el amor.

      Sin embargo, por otra parte, en este caso se trata de la desaparición de la propia voz de Duras, de la aniquilación de la existencia, en términos de Maurice Blanchot: el paso más allá. El grito, la mirada, la desesperación propia de todo personaje de Duras está presente también en su entrega literaria final.

      La constelación estética de Marguerite Duras encuentra referentes en la Juana de Arco del film de Robert Bresson pero también en la cadencia acompasada de Clarice Lispector o Marina Tsvetáyeva.

      Testamento y testimonio

      Nada más es un evidente testamento pero también un testimonio de la afirmación de la vida hasta el final que se puede graficar de manera sonora en la figura del grito en off, como señala lúcidamente la traductora del texto Vanesa García Cazorla.

      Marguerite Duras. Foto Archivo ClarínMarguerite Duras. Foto Archivo Clarín

      En este sentido, resulta sintomático uno de los primeros sintagmas del libro: “No tengo identidad”. La finitud, la disolución de la muerte futura que nos expone a la experiencia de la nada. El escepticismo de Duras es evidente, lo único que perdura de nosotros es el recuerdo en los vivos de nuestro paso y en su caso particular en los lectores de su obra.

      El desprendimiento hacia el final reside en liberarse de la propia vida, dice Duras: “Estoy en contacto conmigo con una liberación idéntica a mí”. La articulación entre muerte y escritura, como sostenía el filósofo Jacques Derrida, es un viejo tema que se anuda en el carácter testamentario de cualquier texto ya que leer nos pone en relación con ausencias y tiempos pretéritos; en la misma sintonía que el padre del género del ensayo Michel de Montaigne cuando afirmaba que al entrar a su biblioteca dialogaba con fantasmas.

      De todos modos, los espacios en blanco, que adoptan la forma gráfica de la carencia de palabras frente a la muerte, no tienen en Duras una resonancia mística, no hay aspiración a lo sagrado: “No me hago la idea de no ser nada”.

      En Nada más asistimos a una entropía, como diría Francis Scott Fitzgerald: “la vida como proceso de demolición”. En la sucesión de ciertos enunciados nos lo certifica Duras, por ejemplo: “Me desintegro”, “Ya no tengo boca. Ya no tengo rostro”, “Es el horror. Me fastidia morirme”, “Se acabó todo”.

      Y, paradójicamente, este vacío en vísperas también es una forma de libertad, tal vez la más radical y absoluta de todas ya que no tiene manera de volver al estado anterior.

      Poética del desastre

      Podemos leer Nada más, tal como sostiene su traductora, como un eslabón adicional del linaje de la “poética del desastre” donde se representa la ruina o la destrucción a partir de autores que la propia Duras incluía en lo que llamaba la banda de los cuatro: Jean-Luc Godard, Jean Cocteau, Sacha Guitry y Marcel Pagnol.

      Escritores y cineastas que habían llevado la palabra y la imagen al límite de lo que puede ser dicho y visto, de lo expresable y representable, de manera de purgar lo innecesario para avanzar a una verdadera ascesis.

      Consecuentemente, Nada más es un ejercicio final de este procedimiento que tiene por función aniquilar hasta dejar lo mínimo, el soplo de vida, amor y escritura que pende de un hilo hasta su descascaramiento en el ocaso para abrazar la condición libre cuando ya nada queda.

      Marguerite Duras, invitada en "Apostrophes" de Bernard Pivot. Foto / Archivo Clarín.Marguerite Duras, invitada en "Apostrophes" de Bernard Pivot. Foto / Archivo Clarín.

      Por último, es importante subrayar el trabajo de la traducción que implica una interpretación fiel pero no literal, lo cual sería una tarea imposible, más aún en este libro.

      Dice la traductora al respecto: “Si he conservado el usted es porque muchas veces denota la ironía, cuando no la violencia, con la que Duras se dirige a Yann Andréa: un usted que en gran parte del texto tiene un tono acusador”. Nada más es la expresión de una voz cuya dimensión poética se apoya en la fragilidad y la fugacidad de una existencia que solo tiene sentido desde el amor.

      Nada más, de Marguerite Duras (Editorial Periférica).


      Sobre la firma

      Luis Diego Fernández

      Profesor y doctor en Filosofía.

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